sábado, 6 de junio de 2009

Había una vez una niña, que estaba en la vida por estar, para ella no tenía ningun tipo de sentido.
Cuando por casualidad cononció a otra niña, culla razon de vivir era la misma que la de la otra niña.
Pronto descubrieron que eran tan iguales, que decian frases a la vez, y pensaban lo mismo.
Cuando una estaba triste, la otra lo estaba mas, cuando una sonreia, la otra tambien.
Se contaban todo, incluso las veces que se habian besado con un chico. Se daban consejos, tenían discursiones tontas, iban a todos los lados juntas, se hacian fotos, se daban abrazos, besos, pasaban momentos inolvidables..
Se prometieron que siempre serían amigas, y que por muchas discursiones que pasasen, la amistad permaneceria SIEMPRE.
Cumplieron los 18, y se fueron a vivir juntas.
La vida para ellas era fiesta, sexo, alcohol, fiesta, sexo, alcohol ..
Cuando se hicieron mas maduras, se casaron y cada una izo su vida
Pasaban los años, y cada una era feliz con sus respectivos maridos e hijos, cuando un día, ordenando una habitación, una de las chicas se encontró un albun de fotos en el que ponía un mote y una fecha. Intrigada lo abrió y al ver la primera foto rompió a llorar.
Era ella de joven con otra chica, en un cine, con unos muñecos.
Siguió viendo fotos y seguian saliendo ellas, vestidas para una comunion, esposadas, con una botella de vodka, con cigarros..
Y por casualidad al final del álbum ponía: La amistad verdadera nunca se rompe y nunca se olvida, la nuestra es de verdad. Otra vez el mote, un corazón y un número de telefono.
La chica tuvo curiosidad por llamar a ese número, aunque pensó que sería imposible que aun tuviera ese numero.
Se sentó en la cama y marcó el número.
- Quien ? - dijo una voz tan dulce como el azucar
- Sandra ? - contesté intrigada
- Quien eres ? - volvió a contestar esa voz
- De verdad no me reconoces, mafalda ? - dije yo cruzando los dedos
(se hizo el silencio y de repente..)
- AAAAAAAAAAAAAIIIIIIIII MI MAAAAAFFFF !!! - me contestó al fin, cuando se puso a llorar.
Estuvimos hablando hasta bien entrada la noche, cuando decidimos quedar un día y contarnos nuestra vida.
Esa tarde fué la mejor que recuerdo nunca, estaba igual que siempre, no había cambiado nada ! excepto esos dientes que tanto admiraba yo, ahora estaban rectos, sin hueco.
A partir de ese día, seguimos quedando todas las semanas.
Hasta que entonces, envejecimos, y cuando morí, pedí que me enterrasen con ella, para poder ser feliz en el mas ayá.

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